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Aptos tras un ictus

Los neurólogos reclaman un protocolo para determinar quiénes son aptos para la conducción tras sufrir un ictus

01/09/2014

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Apto para conducir... o quizás no tanto. Cuando se trata de conductores que han sufrido una enfermedad neurológica, como un ictus, que están afectados por esclerosis múltiple o Parkinson, no siempre es fácil medir hasta qué punto es seguro que se pongan al volante. Depende del tipo y grado de afectación de cada individuo, una situación que le toca evaluar al neurólogo, cuyo informe se convierte en una pieza clave en los centros de reconocimiento para la conducción.

En la práctica habitual, estos especialistas se apoyan en una serie de pruebas clínicas y neuropsicológicas para evaluar las capacidades del conductor, pero desde hace tiempo vienen reclamando un protocolo más estandarizado y concreto que permita definir con claridad si el paciente puede seguir conduciendo.

A veces, argumenta Jesús Porta, neurólogo del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, "el deterioro cognitivo de una persona es leve y aún podría ser autónomo [conduciendo] sin suponer un riesgo para terceros". El hecho de incapacitarle para conducir (la última palabra no es del neurólogo, sino del médico evaluador del centro de reconocimiento para la conducción) "puede cambiarle aspectos importantes de su vida. Le evitas estímulos que pueden ser beneficiosos para su recuperación". Al fin y al cabo, la capacidad de conducción es un indicador de independencia y autonomía.

"Convendría establecer un protocolo más concreto sobre quiénes pueden o no pueden conducir", reclama Manuel Murie, director de la Unidad de Neurorehabilitación del departamento de Neurología de la Clínica Universidad de Navarra. Tanto para casos de Parkinson como de esclerosis múltiple, agrega, la normativa de la Dirección General de Tráfico (DGT) "no hace referencia expresa. [...] Quedarían encuadradas en el apartado del sistema nervioso y muscular". Dicho párrafo señala que "no deben existir pérdida o disminución grave de las funciones motoras, sensoriales o de coordinación, episodios sincopales, temblores de grandes oscilaciones, espasmos que produzcan movimientos amplios de cabeza, tronco o miembros ni temblores o espasmos que incidan involuntariamente en el control del vehículo". Queda, por lo tanto, al criterio del facultativo y "cuando uno quiere valorarlo no tiene al alcance directrices ni sabe cómo hacerlo", apostilla Murie.

Como explica Elena Valdés, asesora médico de la Dirección General de Tráfico (DGT), "no es el diagnóstico de la enfermedad el que impide la conducción sino las capacidades de la persona en un momento determinado. Debe ser una valoración individualizada, atendiendo a la evolución del paciente". Aun así, reconoce, es verdad que la conducción es una actividad muy compleja en la que intervienen muchas capacidades (perceptivas, cognitivas y motoras) "y cuantas mejores herramientas haya para evaluar al conductor y conocer en profundidad sus aptitudes básicas, mejor y, de hecho, en este sentido estamos trabajando".

En este escenario, un Un simulador de conducciónequipo de neurólogos de la Clínica Universidad de Navarra ha puesto en marcha un estudio (que cuenta con financiación del Gobierno de Navarra y la Fundación Gencime) para proponer a la DGT un sistema más específico que ayude a valorar las capacidades de este tipo de pacientes para manejar el volante. Además de someter a los participantes a una exploración física, una captimetría (para analizar su capacidad visual) y un examen neuropsicológico, les realiza una prueba de conducción simulada.

 

Al igual que en un coche real, el paciente tiene asiento, volante, pedales y palanca de cambios. A través de esta herramienta (denominada Signos), se le reproducen distintas situaciones en un entorno de seguridad. Contextos en los que, a juicio del equipo investigador, pueden aparecer fallos en la conducción derivados de la presencia de alteraciones cognitivas, tal y como sucedería en la vida real. "Tienen que conducir por autopista, por carretera de montaña, zona urbana, analizamos la impulsividad, la atención dividida, el comportamiento en velocidades altas, tiempo de reacción...". En total, se toman más de 60 parámetros por segundo que después se analizarán.

Control de la conducciónTras la conducción simulada, el último paso de la batería de pruebas por el que apuesta la Universidad Clínica de Navarra, sería la conducción real. "Se realizará en un coche de autoescuela y en todo momento acompañado de un profesor". Según cuenta Murie, la idea es reclutar para su estudio un total 220 pacientes, con esclerosis múltiple (40), Parkinson (40), deterioro cognitivo ligero (40), traumatismo cráneoencefálico (40) y personas que han sufrido un accidente cerebrovascular (ictus, 60). La mitad de este último grupo ya ha completado las pruebas.

"Los resultados se compararán con los ya obtenidos (por el experto Igor Bombín) de un grupo control de 40 personas sanas".

Aunque "la utilización del simulador no reproduce de manera exacta la conducción real, es la herramienta que más se asemeja", remarca Murie. El objetivo es "obtener una relación de las variables de rendimiento en el simulador que discriminen mejor entre las personas con alteraciones neuropsicológicas que pueden conducir y las que no". Podría representar una herramienta de ayuda a los neurólogos para determinar la aptitud de pacientes con enfermedades neurológicas.

Así como en las enfermedades cognitivas avanzadas (demencias y Alzheimer), la normativa sí deja clara la incapacidad para conducir, Murie subraya la necesidad legal de concretar más en cuanto a enfermedades neurológicas se refiere y llenar un vacío legal que puede poner en riesgo la vida de terceros.

Por ejemplo, según la norma, los pacientes que hayan sufrido accidente isquémico transitorio no podrán obtener o prorrogar su permiso hasta que hayan transcurrido al menos seis meses sin síntomas neurológicos y deberán aportar un informe de su neurólogo en el que conste la ausencia de secuelas. ¿Pero qué pasa si no coincide con la renovación del carné? O incluso si el paciente decide no informar de su situación en el centro de reconocimiento para la conducción. ¿Cómo se controla esto? Según Murie, algunos trabajos demuestran que muchos de los pacientes sobreestiman su capacidad para conducir. En este sentido, falta prevención primaria en cuanto a la capacidad del conductor. "Hay gente que conduce y no es apta". Falta un protocolo que siente las bases de actuación en pacientes neurológicos.

Por su parte, Valdés alude a la responsabilidad e implicación tanto de los ciudadanos como de los médicos. "Es importante que todos nos concienciemos de este tema, que el médico informe al paciente de sus condiciones y los riesgos que supone para él y terceros el hecho de que conduzca". No obstante, "no hay sistemas perfectos y hay personas que no declaran su situación. Estamos trabajando también en esta línea".

Por suerte, opina Porta, "los familiares suelen estar muy pendientes e incluso les quitan las llaves del coche e informan de su situación". Es verdad que así como en la epilepsia existe una legislación clara (no pueden conducir hasta que no haya pasado un año sin crisis epilépticas), en otros cuadros como Parkinson es menos estricta. "Determinados trastornos pueden ocasionar desde prácticamente nada hasta resultar incapacitante y hay tantas fases y tanta variación que es difícil generalizar".

La idea del simulador, coinciden los tres expertos, puede ser una buena idea, incluso para practicar y recuperar capacidades. Cabe recordar que un porcentaje considerable de las personas que padecen, por ejemplo, un infarto cerebral consigue recuperarse gracias a la rehabilitación. Según Elena Valdés, cualquier dificultad para conducir no necesariamente implica la retirada del carné de conducir. "Existe la posibilidad de mantener el permiso en condiciones más adecuadas de seguridad y confort que contempla la norma (adaptaciones en los vehículos -en los pedales o el volante-, incluso coche automático, restricción de la circulación a áreas conocidas, etc.".

 

 

*Fuente: Periódico ‘El Mundo’