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Entrevista al Dr. Luis Montoro

Los conocimientos de los conductores y el valor de los Centros de Reconocimiento Médico

12/12/2013

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Voces de preocupación se han alzado tras las declaraciones de la Directora General de Tráfico, Dra. María Seguí, que en la reciente Convención Anual de la Confederación Nacional de Autoescuelas celebrada en Toledo comentó, de una manera muy breve, la posibilidad de implantar en España una especie de “reválida teórica” de los conocimientos de los conductores que acuden a renovar el carné a los Centros de Reconocimiento Médico, con el objetivo de mejorar la seguridad vial y reducir la siniestralidad en las carreteras.

Algunos, de inmediato, han catalogado a esta posible medida como una acción compleja y que pueda dar la impresión de tener un afán recaudatorio. Ante todas las dudas y miedos surgidos, la Directora General de Tráfico ha querido tranquilizar los ánimos y ha matizado que de introducirse este sistema, se haría planificadamente y a medio o largo plazo. Por otro lado, María Seguí recordó que España ocupa el séptimo puesto en el ránking de países con menos siniestralidad del mundo (algo impensable hace unos años) y que, en el año 2012, la cifra de fallecidos en la carretera se redujo de manera considerable respecto a años anteriores (hubo 1903 muertos).

Desde General ASDE S.A., por su interés, hemos querido profundizar más en la cuestión y saber las claves que impulsarían esta hipotética decisión, de crear algún tipo de examen teórico para renovar un permiso de conducir.

Para ello hemos acudido a entrevistar al Profesor Luis Montoro, Catedrático de Seguridad Vial de la Universitat de València, miembro fundador y Director del Instituto Universitario de Tráfico y Seguridad  Vial (INTRAS)  y Presidente de la Fundación Española para la Seguridad Vial (FESVIAL).  

Luis Montoro.- Bien, lo primero a plantear es el hecho de que la sugerencia de una medida que evalúe los conocimientos de los aspirantes a renovarse el carné de conducir no llega de la nada, sino de, entre otros hechos, la publicación de un estudio realizado en el año 2009 por la Universidad de Valencia, con la colaboración de la Confederación Nacional de Autoescuelas (CNAE) el patrocinio de Zurich Seguros.

El resumen fundamental de este estudio sería el siguiente: se aplicó de manera voluntaria, a través de los Centros de Reconocimiento, a una muestra de 2034 conductores que iban a renovarse el permiso de conducir ‘B’, un examen teórico en el que se hacían las mismas peguntas que se hacen en el examen oficial de la Dirección General de Tráfico, es decir, normativa, señalización y seguridad vial. El resultado fue más que preocupante: de acuerdo con los criterios de la propia DGT -no fallar más de tres preguntas-, el 96,5% de los encuestados suspendieron. Los datos obtenidos en el estudio (que son muchos) indican también que a mayor antigüedad del permiso menos conocimientos se tienen, que hombres y mujeres están igualados en el nivel de conocimientos y que el desconocimiento es un problema más o menos extendido por igual en todo el Estado español, aunque con ciertas diferencias entre comunidades.

En definitiva, esta investigación indica claramente que los conductores tienen un problema grave de desconocimiento de las normas viales. En este contexto, hay que tener en cuenta que el Reglamento General de Conductores, Título I, Capítulo I, Artículo 2 dice, claramente que: “los permisos y licencias de conducción son de otorgamiento y contenido reglados y su concesión quedará condicionada a la verificación de que los conductores reúnan los requisitos de aptitud psicofísica y los conocimientos -repetimos, conocimientos- habilidades, aptitudes y comportamientos exigidos para su obtención que se determina en este reglamento”.

No podemos obviar el hecho de que el desconocimiento de la normativa de tráfico supone un enorme riesgo para uno mismo y para el resto de los usuarios de las vías por las que se circula.

Dada la importancia de lo descubierto en el estudio realizado por la Universidad de Valencia, la Dirección General de Tráfico ha encargado otro estudio similar, ya más reciente, para confirmar los resultados de dicha investigación y empezar a plantearse alguna fórmula para actuar sobre el problema. No se busca alarmar ni preocupar a los conductores, ya que existen distintas vías y mecanismos con los que abordar la cuestión. El espíritu de la búsqueda de soluciones está justificado por el hecho de que, efectivamente se ha detectado un problema grave, que no tiene sentido ocultar por responsabilidad y que ha de encontrarse la mejor vía de solventarlo sin que ello afecte o altere a los conductores. Lo que no se puede es ignorar el tema porque está en juego la vida de las personas. No es cuestión de asustarse, sino de tomar en su momento las medidas adecuadas para ver que solución damos a un asunto tan importante para la seguridad de los ciudadanos.

Partiendo de esa base, el profesor Montoro opina que un buen lugar donde hacer este “chequeo de conocimientos”, y que además cuadra totalmente con el sentido de los mismos, serían los Centros de Reconocimiento de Conductores, ya que, por un lado, son el sitio más natural para hacerlo y, por otro, ello permitiría a los Centros tener una mayor colaboración y participación en el objetivo y proceso de formación e información que necesariamente debe o debería darse a los que renuevan sus permisos de conducir.

De otra parte, está el tema de la obligatoriedad o no de que el conductor tenga que hacer este chequeo de conocimientos. En un primer momento habría que optar por una forma no obligatoria, pero sí voluntaria, muy especialmente para los conductores profesionales. A la persona que acude al Centro para renovar su permiso se le puede ofrecer la posibilidad de “revisarse” sus conocimientos en materia de seguridad vial, normativa y señalización; si el resultado es que tiene serias deficiencias, ha de ser informado por su seguridad y que, a la vista de los datos, pueda tomar la decisión que crea oportuna. De nuevo, esto haría que el Centro de Reconocimiento, cuya importancia y responsabilidad para con la sociedad es extraordinaria en el campo de seguridad vial, tuviera una mayor función para orientar y aconsejar a los conductores.

Tras detectarse carencia grave de conocimientos, se podrían articular formas de recibir algún tipo de formación a través de, por ejemplo, las autoescuelas, mediante algún mecanismo que permitiera acceder a los conocimientos que faltan. Esto es de vital importancia, de manera que nadie nunca tenga o provoque un accidente, porque no se le haya avisado de sus carencias o porque no se le haya ofrecido una fórmula para solucionar este grave problema.

No se trataría, en definitiva de obligar a “ha de hacer un examen”, sino de advertir “que se tienen carencias que conllevan un grave riesgo, y estudiar qué vías de solución se pueden ofrecer”. Todo esto a título informativo, obviamente, pero sin olvidar que la falta de conocimientos no puede ni debe ocultarse,  al igual que un médico no puede ocultar (sería una irresponsabilidad) un problema de salud a su paciente.

Aparte de la responsabilidad personal para no sufrir un accidente, es importante destacar la dimensión social, ya que en tráfico el riesgo se comparte con los demás usuarios de las vías, y son también vidas de los otros las que están en juego. Por ello, de los datos de la investigación realizada se desprende que, de alguna manera,  las personas han de reciclarse y actualizarse cuando tienen graves carencias. En este contexto, una de las grandes utilidades  y ventajas de los Centros de Reconocimiento médico para dar esa información, es la posibilidad de hacerlo de manera individualizada, y este es un punto muy importante: si bien hemos encontrado un problema general que atañe globalmente a toda la sociedad, la información en los Centros puede darse a cada conductor, de manera que el propio individuo pueda atajar el problema, beneficiándose también con ello el colectivo en su conjunto.

Abundando en este tema, en la “exploración de conocimientos” habría que hacer una distinción por grupos en la que los conductores profesionales serían especiales, ya que en este colectivo la gravedad del asunto aumenta más si cabe. No olvidemos que los conductores profesionales por transportar mercancías peligrosas, pasajeros (con la responsabilidad que eso conlleva) o por el tipo de vehículo que se utiliza -generalmente de gran tamaño, por lo que el accidente siempre es de enorme envergadura- requerirían por parte de los propios individuos y de los Centros de Reconocimiento, un tratamiento especial.

En definitiva, parece que es necesario algún tipo de reciclaje y/o actualización de los conocimientos básicos para los que manejan un vehículo con motor. En los Centros de Reconocimiento ya existe la infraestructura, el modelo y el personal para detectar el problema y podrían estar perfectamente  preparados para poder realizar esta actividad. No hacer nada en este asunto, es generar un problema mayor. Encontrando la fórmula adecuada se pueden salvar muchas vidas, sin que esto signifique ningún trastorno para los conductores.

Finalmente, el Profesor Luis Montoro destaca  la importancia histórica que han tenido de los Centros der Reconocimiento de Conductores en nuestro país y la necesidad de que estos amplíen su campo de actuación, consoliden su actividad y mejoren su penetración social, porque en ellos está y estará siempre uno de los pilares fundamentales de la seguridad vial.

¿Se pregunta usted mismo si sus propios conocimientos de la normativa, señalización y seguridad vial son los adecuados? Si tiene curiosidad, puede comprobarlo haciendo el mismo cuestionario que los conductores que participaron en la investigación a la que nos hemos referido.

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