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Mínimo histórico de muertes en carretera en el año 2013

Sin embargo, el grupo de conductores mayores de 65 años aumenta en número de víctimas

13/01/2014

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Según los datos facilitados por el Ministerio del Interior en el Balance Anual de Seguridad Vial, puede acceder al mismo haciendo click aquí, en el año 2013 fallecieron en España 1.128 personas en accidente de tráfico ocurrido en vías interurbanas, 173 menos que en 2012, lo que representa un descenso del 13,3%.

Esta cifra es incluso más baja que la de 1960, primer año en que existen estadísticas y cuando el número de vehículos era 30 veces menor. Además, por primera vez, el número de accidentes mortales en carretera no supera la barrera de los 1.000, mientras que los heridos graves se reducen un 16%.

Durante el año 2013, en las vías interurbanas  se han producido 994 accidentes mortales en los que han fallecidos 1.128 personas y 5.206 han resultado heridas graves. Por lo que se ha producido un descenso del 16% en el número de accidentes, del 13,3% en el de víctimas mortales y 16% en el de heridos graves.

Estas cifras son provisionales y se refieren únicamente a los accidentes mortales ocurridos en vías interurbanas y tomadas hasta las 24 horas de producirse el accidente. Previsiblemente las cifras definitivas con las victimas a 30 días de accidentes ocurridos en vías urbanas e interurbanas estarán disponibles para el próximo mes de abril.

Con estos datos, la accidentalidad en carretera desciende por décimo año consecutivo. En 2013 ha habido 2.865 muertos menos que en 2003, año en el que fallecieron 3.993 personas, lo que supone una reducción acumulada del 72%. Esta reducción también se produce en los heridos graves, pasando de los 19.493 en 2003 a los 5.206 en 2013.

A pesar de las buenas cifras, en los últimos años se ha producido un cambio sustancial en el riesgo de tener un accidente según la edad. Así, mientras que antes se observaba un mayor riesgo en los jóvenes, ahora se observa un repunte del riesgo a partir de los 65 años. En 2012, aumentaron los fallecidos en los grupos de edad de 0 a 14 años (10 fallecidos más, hasta 52), de 75 a 84 años (26 fallecidos más, hasta 236) y el de mayores de 85 años (un fallecido más, hasta 75). De nuevo, en 2013, la mayoría de los grupos de edad han descendido en el número de fallecidos, con la excepción del grupo de edad de 65 a 74 años, en el que han fallecido 10 personas más, lo que supone un incremento del  9 %.

Este aumento del número de víctimas mortales dentro de dicho rango de edad lleva a muchos a plantearse si las crecientes necesidades de movilidad de la población de la tercera edad obliga a repensar controles y protocolos.

La directora general de Tráfico, María Seguí, ya alzó la voz de alarma el pasado septiembre, durante la presentación del último balance anual de tráfico, porque los conductores más mayores son prácticamente el único colectivo en el que ha aumentado el número de víctimas mortales por accidente. Como ya hemos comentando, en 2012, a excepción del grupo comprendido entre los 0 y los 14 años, donde hubo 10 fallecidos más, el grupo de personas con más de 74 años es el único que ha registrado un mayor número de muertos. En concreto, en ese año perdieron la vida 112 conductores de esta edad, 37 más que el año anterior —en esta cifra no están incluidos ni peatones atropellados ni copilotos—. Y atendiendo al número global de víctimas, incluidos heridos graves y leves, también ha experimentado una mayor accidentalidad el grupo de conductores con edades comprendidas entre los 65 y 69 años (un total de 1.427 víctimas, 198 más), entre 70 y 74 (109 más) y los mayores de 74 (229 más).

Aunque el aumento de accidentes no puede ligarse exclusivamente a la edad, Tráfico recuerda que “las facultades se resienten con el envejecimiento: los reflejos, la vista y el oído o la atención no responden de la misma manera que durante la juventud”.

Aunque el número de personas mayores de 65 años que conservan su permiso de conducir crece sin cesar, no son tantos los que con más de 80 años conservan las capacidades psicofísicas adecuadas para manejar sus propios vehículos con seguridad. Pero, al mismo tiempo, disponer de coche proporciona más libertad a unos mayores cada vez más activos y, en algunos casos, reacios a pasar a ser un peatón más. ¿Cómo establecer entonces cuándo se debe dejar de conducir? ¿Es necesario algún protocolo que lo regule?

Según el estudio Mayores al volante, que recientemente ha publicado el Real Automóvil Club de Cataluña (RACC), el 56% de los mayores de 65 años conducen al menos cuatro días a la semana —el 42,4%, seis o más días—, mientras que un 12% conduce menos de dos días por semana. Y solo un tercio ha dejado definitivamente de conducir.

De acuerdo con los datos de este análisis, el número de personas mayores con permiso de conducir en España ha aumentado en un millón entre 2001 y 2011.  La repercusión del aumento del porcentaje de conductores mayores “será indudable”, argumenta la Fiscalía de Seguridad Vial. Según sus cálculos, el 30% de los conductores tendrá en 2050 entre 70 y 75 años. “Desde el punto de vista científico, nuestra sociedad debe hacer un esfuerzo por conocer cómo son y por qué se producen los mecanismos del envejecimiento, y en lo que afecta a la seguridad vial, empezar a diseñar respuestas sanitarias y jurídicas”, explica en las Memorias 2013.

La legislación ya prevé situaciones en las que el titular del permiso de conducir pierde las aptitudes psicofísicas necesarias para manejar vehículos de motor. Tanto la Ley de Tráfico y Seguridad Vial como el Reglamento General de Circulación regulan para estos supuestos un procedimiento dirigido a retirar el carné a quienes han perdido las facultades necesarias para conducir.

A partir de los 65 años, el permiso de conducir del tipo B —el carné para turismos— se renueva cada cinco años, un periodo superior al de otros países, como Nueva Zelanda, donde la renovación es cada dos.

“Los centros de reconocimiento que hacen los exámenes psicotécnicos están hoy día muy controlados”, asegura el fiscal de seguridad vial, Bartolomé Vargas. Sin embargo, a pesar de ello, “a veces nos vienen a la fiscalía familias preocupadísimas a preguntarnos qué pueden hacer para conseguir que sus padres o sus abuelos dejen de conducir, porque ya no pueden seguir conduciendo, pero no quieren dejar de hacerlo”, explica Vargas.

En situaciones como esta, cuando el examen psicotécnico no ha detectado la pérdida de facultades para continuar al volante o cuando todavía no han pasado cinco años para someterse a un nuevo examen, se puede acudir a la Jefatura Provincial de Tráfico para solicitar un reconocimiento del conductor mayor y comprobar así si conserva las capacidades psicofísicas adecuadas.

Pero la fiscalía de seguridad vial impulsa desde 2010 un protocolo para abordar nuevas vías de actuación con la implicación de los médicos de familia, que podrán comunicar a las jefaturas provinciales de Tráfico que un paciente no puede conducir por una enfermedad transitoria o permanente o por estar tomando alguna medicación. “Es un procedimiento que hay que regular muy bien para que no entre en conflicto con el derecho de protección de los datos del paciente”, explican fuentes de la fiscalía.

El objetivo del proyecto es esclarecer cuál es el perfil de los conductores mayores con un deterioro de su capacidad cognitiva en relación con la conducción, fijar un parámetro en los exámenes psicotécnicos para establecer si es preciso un estudio más pormenorizado e identificar los rasgos neuropsicológicos y neurológicos que caracterizan a quienes tienen más probabilidad de desarrollar una demencia y que, por tanto, serían buenos candidatos a abandonar la conducción, según rezan las Memorias 2013 de la fiscalía.

“El acto de conducción es una habilidad compleja que exige el correcto funcionamiento de diversas funciones cognitivas, como la atención sostenida a lo que sucede en nuestro entorno, adecuada capacidad de procesamiento de información, concentración, memoria y control de impulsos, así como buena capacidad perceptiva”, subraya el estudio. Pero el problema para los conductores más mayores aparece “por el deterioro lógico de algunas capacidades y el exceso de confianza por los años de práctica”.

Sin embargo, el análisis destaca que “no hay consenso entre los expertos en la actitud a tomar ante el deterioro cognitivo leve”. El debate científico y jurídico radica en si se debe retirar o no el permiso de conducir a los pacientes tras el diagnóstico, ya que, según el estudio, “no existen pruebas estándar para determinar si una persona con deterioro cognitivo está capacitada para conducir con seguridad”.

“La tercera edad en los países desarrollados se vive cada vez de una manera más activa y con más necesidades de movilidad relacionadas, no solo con la satisfacción de las necesidades básicas, sino también con una creciente demanda de servicios, ocio, cultura y relaciones sociales”, sostienen desde el RACC. Es decir, que cumplir 65 años “no significa un cambio radical e inmediato en los estilos de vida y en la movilidad cotidiana”. Y, más aún, cuando la esperanza de vida en España es de una media de 82 años —79 para los hombres y 85 para las mujeres—.

El estudio del RACC Mayores al volante desvela que las personas con más de 65 años que tienen carné de conducir “declaran un mejor estado de salud y un nivel educativo superior al de la media del colectivo global de mayores”.

Y el 65% de ellos tienen la intención de seguir conduciendo. Por eso es importante, según el RACC, adaptar los vehículos a sus necesidades, por ejemplo, con la instalación de reguladores de velocidad, cambios automáticos y dispositivos de ayuda al aparcamiento. Otras de las demandas que ha detectado el estudio del club de automovilistas es la “simplificación de la señalización en la carretera” para facilitar la reacción con rapidez.

También los mayores deben tomar sus precauciones. Todos los expertos coinciden en recomendaciones lógicas, como intentar circular en horas diurnas, evitar las condiciones meteorológicas adversas y las horas punta, vigilar las medicinas que se toman por si alguna afecta a la conducción y descansar durante los viajes largos.

Garantizar la movilidad segura de las personas mayores no es solo invertir en su calidad de vida, sino que debe ser una inversión estratégica”, advierte el RACC. Porque, según las previsiones, en no demasiado tiempo, en España “una de cada tres personas será mayor”.

 

Fuentes: Ministerio del Interior – El País – Estudio RACC Mayores al Volante